Por: Joaquín Terrazas
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¿A quién no le gusta impresionar a sus amigos y jefes con funciones avanzadas de nuestro teléfono, reloj, tableta, computadora, auto o cualquier otro dispositivo innovador? Hay tantas formas de hacerlo que parece que lo único que falta es tiempo y dinero, pero el presupuesto es limitado y el tiempo lo es aún más.
A muchos nos gustan los proyectos porque nos mueven hacia nuevos horizontes y nos gusta la tecnología porque nos acerca a un futuro encantador. Con mayor razón nos encanta la combinación de ambos, los proyectos tecnológicos, aquellos que nos ayudan a desarrollar un mayor impacto en nuestro entorno, ya sea en clientes, compañeros, jefes, amigos, familiares, y todos aquellos a quienes podamos mostrar nuestra gran audacia tecnológica.
Sin embargo, todos somos susceptibles de caer en la tentación de abordar un proyecto tecnológico por razones distorsionadas por sesgos: porque nos gusta, porque los líderes exitosos lo hacen, porque nos crea un auto-concepto vanguardista e innovador o porque nos posiciona en el mercado con los tomadores de decisiones, principalmente aquellos relacionados con nuestra proyección personal y profesional.
Adicionalmente, con demasiada frecuencia las decisiones personales son diferentes a las de negocio: Tener la necesidad de sentirnos valiosos y ser reconocidos en comparación con alcanzar la utilidad, la rentabilidad y el crecimiento.
Pero la diferencia entre las razones personales y las de negocio, así como la falta de elementos o técnicas para tomar decisiones nos llevan a incursionar en proyectos que no siempre contribuyen a lograr ambos propósitos. Esa diferencia entre todo lo que pagamos y lo que verdaderamente aprovechamos es un desperdicio, y en particular el desperdicio tecnológico se da principalmente cuando inviertes en tecnología en algo que no contribuye a que tu operación contribuya en la generación de riqueza.
Yo mismo recuerdo haber justificado inversiones injustificables en mi edad adulta con toda la destreza que me dio haber comenzado desde temprana edad aprovechando la paciencia y tolerancia que les fue posible a mis padres. Pero yo, al igual que tú, querido lector, cuando miras en tu interior sabes consciente o inconscientemente que los elementos para invertir en un proyecto no están del todo relacionados con el valor que otorgan a la organización, principalmente si se esconde detrás del glamour de la tecnología.
Y ¿cuánto vale eso? ¿cuánto cuesta eso? Bueno son dos preguntas parecidas, pero diferentes, cuesta todo lo que pagas por lo que no usas y vale lo que dejas de hacer porque te distrae en tiempo y dinero de lo que si te aporta valor a ti y a tus clientes. Ahí es donde está reside una gran ventaja competitiva y en donde se diferencian las organizaciones y las personas; ahí es donde están tu potencial y tus contribuciones exitosas.
Para ser sinceros, yo también me he preguntado si es posible conciliar los intereses personales y organizacionales. Tras mucha reflexión y aún más socialización concluyo que sí es posible, simplemente considera que es más importante el valor que aportas a tu organización que el despliegue tecnológico y financiero que utilices y por lo tanto te da mucho más valor en el mercado laboral como profesional.
Una vez clara la desviación a la que nos tienta la combinación de la tecnología cuando se junta con nuestro ego veamos cómo caemos en ella a través de proyectos específicos. No es que no debamos invertir en tecnología, es que nuestra inversión esté orientada a contribuir a la organización en su justa dimensión y desde todos los aspectos, no solo el tecnológico, sino el humano, los procesos y la estrategia.
A simple vista podemos pensar que la evaluación de los proyectos te da un valor binario, sirve o no sirve, lo hago no lo hago, lo uso o lo tiro, sin embargo, al igual que la vida, las alternativas son muy variadas. Si bien puedes evaluar de manera crítica la contribución de un proyecto antes de comenzarlo, también puedes ajustarlo durante su implementación e incluso complementarlo cuando ya está en operación. Te servirá responder las siguientes preguntas al evaluar un proyecto:
- ¿El beneficio comprometido es objetiva y cuantitativamente mayor al costo?
- ¿El proyecto está alineado a la estrategia de la organización, no solo del área?
- ¿La funcionalidad adquirida cubre y/o excede las necesidades de la operación?
- ¿Qué otra serie de alternativas tiene la organización para aprovechar la infraestructura tecnológica adquirida o para canalizar los recursos hacia iniciativas más productivas?
Conclusión
Tener una inversión en alguna infraestructura sin aprovechar es desperdiciar los recursos disponibles, ya sea porque no se utilizan en su totalidad o porque está sobre-dimensionada para las necesidades y realidades de la organización. Ya sea que estés a tiempo de re-orientar los recursos o de complementar el aprovechamiento es importante tomar acciones para mejorar el desempeño de tu organización. Mejorar el uso de los recursos tecnológicos tiene mayor impacto a la organización y a nosotros como profesionales.
Así que, de ahora en adelante, cuando evalúes proyectos organizacionales o inclusive personales, considera la relación entre lo que inviertes en comparación con el valor que aporta y pondera tus alternativas en un portafolio de proyectos. Combina hacer lo correcto con hacerlo correctamente.